La Comisión Multisectorial Encargada del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (ENFEN) considera que existe una mayor probabilidad de que continúe el calentamiento anómalo de la temperatura superficial del mar, por lo que entre los meses de abril o mayo se iniciaría el Fenómeno El Niño costero, y para finales del 2023 se registrará un evento El Niño global.
Esta situación, que motivó el cambio a “alerta de El Niño costero”, nos lleva a preguntarnos cómo son ambos fenómenos, sus características, semejanzas y diferencias, y cómo impactarían en el Perú, teniendo en cuenta los efectos catastróficos que trajo consigo el ciclón “Yaku” a su paso frente a las costas peruanas.
Concepto y características del Fenómeno El Niño
En primer término, hay que indicar que el concepto de Fenómeno El Niño se estableció a fines del siglo XIX e inicios del XX en referencia al calentamiento anormal de la costa norte peruana, asociado a la llamada “corriente del Niño”, y a fuertes lluvias asociadas.
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Posteriormente, la comunidad científica internacional relacionó este calentamiento costero con un calentamiento más extenso en el Pacífico ecuatorial, así como las fluctuaciones de presión atmosférica entre el Pacífico oriental y occidental, dando origen al concepto de El Niño-Oscilación Sur (ENOS), un fenómeno donde la atmósfera y el océano actúan en conjunto.
Debido a la ambigüedad asociada a la definición de El Niño, el Comité Enfen introdujo dos nuevos conceptos que explícitamente diferencian las fluctuaciones de temperatura superficial del mar (TSM) frente al Perú y Ecuador de las del Pacífico central.
El primer concepto sostiene que El Niño costero se basa en el concepto original de El Niño y se define como presencia de la TSM por encima del promedio en forma persistente durante varios meses en la región del Océano Pacífico adyacente a la costa del norte del Perú y de Ecuador, principalmente.
Los mecanismos que lo generan ni los impactos en el país no son parte de la definición, pero este evento puede ocurrir asociado tanto como parte de ENOS, con alteraciones de gran escala del campo de presión atmosférica, vientos y ondas oceánicas en el Pacífico Ecuatorial, como debido a alteraciones en la circulación atmosférica localmente, en el Pacífico oriental. Puede estar asociado a lluvias muy fuertes en la costa norte durante el verano, pero no necesariamente y ocasiona impactos en el ecosistema marino, de acuerdo con su magnitud y persistencia.
Para identificar la ocurrencia y magnitud de El Niño costero en forma operativa, el Enfen creó el Índice Costero El Niño (ICEN), que consiste en la media corrida de tres meses de las anomalías mensuales de la TSM en la región “Niño 1+2”. Para calificar como El Niño costero, el ICEN debe exceder +0,4°C al menos durante tres meses consecutivos. La magnitud del evento puede ser débil, moderado, fuerte o extraordinario según los tres valores máximos del ICEN durante este.
En el año 2015, el Enfen implementó un Sistema de Alerta de El Niño Costero para alertar de la presencia de El Niño Costero más oportunamente, sin tener que esperar el cumplimiento del criterio anterior.
Qué es El Niño global
El Niño global se refiere a El Niño en el Pacífico central, que es más afín al concepto de ENOS y el Enfen utiliza el Índice Oceánico Niño (ONI en inglés) de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de EE.UU., basado en la TSM en la región “Niño 3+4” en el Pacífico central, para su identificación. Las fluctuaciones en esta región también son relevantes al Perú. Por ejemplo, en verano, “El Niño en el Pacífico central” tiende a reducir las lluvias en los Andes y la Amazonía peruana.
La versión opuesta de ambas definiciones de El Niño, es decir con condiciones más frías que lo normal, se denomina “La Niña”. Si la situación no corresponde ni a El Niño ni a La Niña, se denomina “neutro”.
En general, un evento específico puede ser una combinación de El Niño, La Niña o neutro en sus versiones costera y del Pacífico central. Por ejemplo, en el verano de 2017 se presentó El Niño costero y condiciones neutras en el Pacífico central, mientras que en El Niño 1982-83 y 1997-98 presentaron condiciones tanto de El Niño costero como de El Niño en el Pacífico central. Estas combinaciones y las magnitudes correspondientes tienen asociados diferentes impactos en el Perú.
Semejanzas y diferencias
Ambos eventos tienen en común el calentamiento de la temperatura superficial del mar por encima del promedio y de forma persistente frente al Perú y Ecuador y también en el Pacífico central, así como el impacto en el aumento de las lluvias, su intensidad y los efectos devastadores que provocan (huaicos, deslizamientos, aumento del caudal de ríos con el consiguiente desborde e inundaciones, entre otros desastres).
La diferencia radica en los tiempos en que se manifiestan ambos fenómenos, su duración y el impacto específico sobre los territorios donde ocurren los eventos catastróficos. Por ejemplo, el evento El Niño costero tiene directa implicancia sobre las torrenciales lluvias registradas en las regiones de la Costa, sobre todo norte y central. En tanto, un Niño global puede producir impactos en todo el planeta.
Cómo impactarían en Perú
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) la probabilidad de instauración de un episodio de El Niño durante la primera mitad del año es baja (15 % entre abril y junio), pero aumenta gradualmente hasta el 35 % para el período de mayo a julio.
Los pronósticos a largo plazo para los meses de junio a agosto indican una probabilidad mucho mayor (55 %) de que se forme un episodio de El Niño, aunque están sujetos a la elevada incertidumbre asociada a los pronósticos generados en esta época del año fruto de la denominada “barrera de predictibilidad de la primavera”.
Aunque se trata de un evento natural que siempre existió y que ocurre cada cierto tiempo en nuestro país con diversa intensidad, las investigaciones científicas mejor documentadas se refieren a los episodios ocurridos en los años 1982-1983, 1997-1998 y 2017, que tuvieron efectos más devastadores, sobre todo en las regiones de la Costa norte.
En cada uno de esos periodos El Niño costero provocó lluvias torrenciales prolongadas que generaron a su vez el incremento desmesurado y desbordes de los ríos, así como huaicos y deslizamientos que provocaron pérdida de muchas vidas y cuantiosos daños materiales expresadas en la destrucción de viviendas, colegios, establecimientos de salud y todo tipo de infraestructura vial; campos de cultivo inundados con pérdida completa de cosechas; enfermedades derivadas del desastre, entre otros efectos negativos.
El más reciente episodio de El Niño costero acontecido en 2017 dejó enormes secuelas negativas y, seis años después, continúan las intervenciones del Estado, gestionadas por la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC) para atender a los damnificados y rehabilitar la infraestructura devastada por este fenómeno.
El Niño y el cambio climático
Expertos como Ken Takahashi, investigador científico principal en el Instituto Geofísico del Perú (IGP) y uno de los expertos más destacados en el estudio de El Niño a escala mundial, sostiene que no puede afirmarse que los eventos El Niño de 1997-1998 y El Niño costero de 2017 fueron extraordinarios en cuanto a sus indicadores por influencia del cambio climático.
Considera que recién se están comenzando a publicar investigaciones referidas a lo que se denomina “atribución”, es decir, detectar un cambio en la frecuencia de El Niño y, en adición, determinar si existe responsabilidad o no del cambio climático.
“Estadísticamente, es difícil hacer la atribución, ya que la señal del cambio climático es muy débil para afirmar que influye en El Niño, sobre todo si nos referimos al caso de eventos extremos. Los eventos El Niño en 1982-1983 y 1997-1998 fueron los más grandes registrados, pero fueron similares a El Niño en 1877-1878 en el siglo XIX. Por sí solo, esto no sería evidencia sólida para decir que la frecuencia de eventos extraordinarios de El Niño ha aumentado. La estadística es muy pobre”, describe Takahashi.
No obstante, sostiene que los impactos de El Niño sí pueden ser peores debido al calentamiento global, el cual es un síntoma del cambio climático. “Conforme el planeta se vaya calentando, si un evento El Niño en el presente produce un calentamiento de 1 °C en un año dado, en el futuro esa misma fluctuación, sumada al calentamiento global, alcanzaría mayores temperaturas, lo que produciría más impactos por golpes de calor, por ejemplo. También se espera que para un mismo calentamiento de El Niño se produzcan en el futuro lluvias mayores. En consecuencia, los impactos de El Niño podrían ser peores, aun cuando El Niño en sí como fluctuación no haya cambiado”, refiere Takahashi.
Por su parte, Ivonne Montes, también científica del IGP y miembro de la Red Global del Oxígeno Oceánico (GO2NE), iniciativa de la Comisión Oceanográfica Internacional de la Unesco (COI-Unesco), coincide con Takahashi y agrega que no se tienen investigaciones contundentes que permitan determinar en retrospectiva la influencia del cambio climático en eventos pasados de El Niño. “Lo que sí se tiene son las proyecciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas, cuyos modelos sugieren con confianza media que es posible que, en el futuro, se registren eventos El Niño más frecuentes y posiblemente se intensifiquen los peligros”, anota.
En ese contexto, Montes advierte el reto que supone para la ciencia establecer modelos que reflejen y pronostiquen las condiciones climáticas y, por supuesto, permitan pronosticar con mayor certeza la ocurrencia de El Niño. “Este es un evento que repercute en diversas zonas del planeta. Por ello, comprender su dinámica a escala global y regional es clave, y más aún en el contexto del cambio climático. Este es el reto que tenemos en el caso del Perú”, destaca.