Un grupo de agricultores del distrito de La Unión Leticia, en la provincia de Tarma, apuesta por la agricultura orgánica y saludable, utilizando prácticas agronómicas en el manejo del suelo y del agua en sus parcelas, aplicando compost como abono, repelentes a base de frutos como el rocoto y el kion, así como la implementación de riego tecnificado que contribuyen en conjunto a mejorar notablemente la calidad de sus sembríos y su productividad agropecuaria.
Ello es posible gracias al proyecto “Emprende productor” impulsado por la Asociación Unacem y la cooperación técnica alemana, cuyo esfuerzo por lograr una agricultura cada vez más libre de agroquímicos sintéticos y malas prácticas agrícolas que dañan el suelo y generan frutos que pueden afectar la salud humana está calando poco a poco en la forma de pensar de los productores agrarios de esta localidad de la región Junín.
El ingeniero agrónomo Winder Alcántara, coordinador y capacitador del proyecto “Emprende productor”, explicó en entrevista con la Agencia de Noticias Andina que esta iniciativa empezó en octubre de 2017 con la premisa de impulsar la agricultura orgánica en el ámbito de influencia de la planta Concorcocha, que opera el grupo empresarial Unacem, en el centro poblado del mismo nombre, en el distrito de La Unión Leticia, provincia de Tarma, y como expresión de la gestión y sostenibilidad ambiental que desarrolla el consorcio.
Ecuación orgánica
Uno de los objetivos del proyecto, cuya primera etapa culminó en diciembre de 2019, era mejorar la fertilidad natural del suelo mediante el uso del compost, reduciendo progresivamente el uso de los fertilizantes sintéticos y obtener una cosecha con bajos contenidos de residuos de plaguicidas, sustancias que pueden afectar la salud.
Alcántara sostuvo que el compost es un producto completamente natural que resulta de la mezcla de estiércol de animales del campo como vacas, caballos, conejos, cuyes, etc., sumado a residuos de cosecha, maleza, ceniza y abundante agua.
“El resultado es un producto rico en nitrógeno, fósforo y potasio -minerales claves en el desarrollo de la raíz, las hojas y los frutos- y microorganismos que no solo regeneran la fertilidad natural, cuidan la tierra, sino también al cultivo mismo”, aseveró.
El compost es uno de los factores de la “ecuación orgánica” que se completa con el uso de repelentes naturales u orgánicos que aprovechan las cualidades de control biológico que poseen frutos como el rocoto, el kion y otros vegetales.
Una fórmula para obtener repelente natural y aplicada con éxito por los agricultores de La Unión Leticia es aquella que se obtiene de procesar un kilo de rocotos partidos en cuatro cada unidad y remojarlos en 20 litros de agua para luego dejarlos macerar por 10 días. El líquido obtenido se rocía en los cultivos de habas, arvejas, espinacas, zanahorias y otras hortalizas que siembran en esa localidad. El resultado es una innovadora y sana alternativa a los nocivos plaguicidas del campo que si bien eliminan los patógenos también contaminan los alimentos.
“Emprende productor es solo uno de los proyectos que la Asociación Unacem desarrolla en la provincia de Tarma, con la finalidad de fortalecer las capacidades técnico-productivas de más de 60 familias que se dedican a la agricultura, crianza de cuyes y crianza de ovinos, esperando puedan replicar la experiencia con otros vecinos, tal como lo viene haciendo José Ramos”, enfatizó Alcántara.
Un tercer factor es el riego tecnificado, como el que esparce el agua por aspersión y que permite aprovechar mejor el recurso hídrico y dotar del agua necesaria a los cultivos para procurar su adecuado desarrollo.
Uno de los agricultores que ha comprobado con éxito la ecuación orgánica para mejorar su productividad y calidad de cultivos es José Ramos, quien comercializa lo que produce directamente con el Mercado de Productores de Santa Anita.
“Acabo de vender espinaca, por ejemplo. Mi espinaca no solo es más sana porque no usa los insecticidas tradicionales, sino que también dura más. Una espinaca cultivada convencionalmente con fertilizantes sintéticos y con insecticidas dura dos o tres días en la refrigeradora, mientras que la mía puede durar hasta más de una semana en las mismas condiciones”, aseveró José.
Recordó que en un inicio se resistía a confiar en la ecuación orgánica porque estaba acostumbrado a cultivar con fertilizantes, insecticidas y fungicidas tradicionales. Sin embargo, tras conocer y experimentar por sí mismo en sus parcelas el enorme beneficio que significa apostar por el compost, los repelentes naturales, el riego tecnificado y otras buenas prácticas para hacer crecer bien a una planta, como se hacía en tiempos ancestrales, ahora está convencido de que es la mejor alternativa para desarrollar una agricultura sostenible y saludable a largo plazo.
Actualmente, José es todo un “yachachiq” u hombre sabio que enseña a otros campesinos a cultivar orgánicamente, cuidar el suelo y cosechar mejor y más sano. Nacido en Huancavelica y padre de cuatro hijos, José a sus 53 años ha participado en varias pasantías a comunidades con experiencias exitosas, como complemento a las capacitaciones teóricas y prácticas impartidas, en las que aprendió nuevas técnicas agrícolas. Con todo lo que sabe y lo que sigue aprendiendo, no pierde la oportunidad de seguir enseñando lo que sabe a otros agricultores de su comunidad.
“También les enseño a preparar el agua de kion. Es un repelente contra la mosca minadora. Se muele un kilo de kion, se deja reposar en veinte litros de agua y luego se deja macerar por diez días, aproximadamente. Se cuela y un cuarto de litro es agregado a la mochila de fumigación de 20 litros para ser rociado en el cultivo», detalló.
Además de la capacitación a los agricultores, el proyecto “Emprende productor” capacitó a criadores de cuyes y de ovinos, contribuyendo a mejorar su alimentación y su sanidad animal, a fin de incrementar la producción pecuaria.
Reto a futuro
El ingeniero agrónomo Winder Alcántara manifestó que todo este esfuerzo por alcanzar cultivos cada vez más naturales, orgánicos y sanos busca, a futuro, ser reconocido por entidades fiscalizadoras como Senasa y certificadoras internacionales como Bureau Veritas, SGS, Bio Latina, NSF y otras.
“Esta certificación permitirá acceder a un sello de calidad que cumpla con estándares nacionales e internacionales, por lo que los ingresos económicos de José y otros campesinos de la zona podrían ser mayores al comercializar sus productos a un mejor precio”, enfatizó finalmente.