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Fanny M. Cornejo: conoce a la bióloga peruana ganadora de premio mundial de conservación

Recibió el Emerging Conservationist Award por su importante trabajo de protección del mono choro de cola amarilla

Importante reconocimiento internacional. El valioso trabajo que realiza con el mono choro de cola amarilla, especie endémica peruana en peligro de extinción, le valió a la bióloga Fanny M. Cornejo ganar el premio mundial de conservación de fauna silvestre. Conozcamos la interesante historia de esta investigadora peruana.

“El mono choro de cola amarilla debería ser para el Perú lo que el oso panda es para China: es el mono más grande del país y merece ser un símbolo nacional como el cebiche o el pisco”, afirma la bióloga Fanny M. Cornejo. El martes, el Indianapolis Prize, de Estados Unidos, le otorgó el Emerging Conservationist Award por su contribución en la conservación de primates amenazados en el Perú.

Para estar a tono, nos damos cita en el Museo de Historia Natural de San Marcos. Aquí, en el 2005, ella vio por primera vez pieles del mono choro de cola amarilla (Lagothrix flavicauda), que encontró la expedición de 1974 en Amazonas, que encabezaron Hernando de Macedo, del museo sanmarquino, y el primatólogo norteamericano Russell A. Mittermeier, en la ruta de lo que sería la carretera Fernando Belaúnde Terry, una vía “abierta por militares a punta de comer monos choros de cola amarilla”, resume Cornejo. Ese dato le dieron los nativos a los investigadores.

Este particular mono choro fue descubierto y descrito por el polímata Alexander von Humboldt, quien solo lo vio en pieles que se usaban como monturas de caballos y lo bautizó como “el choro de Jaén”, aunque Cornejo aclara que esta zona de Cajamarca no es hábitat de la especie. Luego, un par de expediciones extranjeras lo encontraron en San Martín y Amazonas.

Fanny Cornejo tiene una fecha tatuada en su vida profesional. El 13 de febrero del 2007, en el Abra Patricia, en la región Amazonas, vio por primera vez en directo a un mono choro de cola amarilla.

El encuentro se dio cuando la llamaron porque la creación de un área de conservación necesitaba de una especialista que verificara si en la zona existían poblaciones del mono choro de cola amarilla y las estudiara.

La joven fue recomendada por el doctor Rolando Aquino, eminencia nacional en el estudio de estos primates, quien dirige el famoso Instituto Veterinario de Investigaciones Tropicales y de Altura (Ivita-UNMSM), en Loreto, donde reproducen monos en cautiverio, y a donde Fanny había llegado dos años antes para empezar a investigar primates.

Ella leía todo sobre los primates y descubrió que había un mono superraro y supermisterioso del que nadie sabía nada: el mono choro de cola amarilla. Y nació una pasión.

Quién diría que dos años después estaría internada por cinco meses en el bosque documentando a una población de monos choros de cola amarilla. Era una zona agreste, sin caminos, y debía seguir a los primates desde el amanecer hasta la noche.

“Ellos recorren un promedio de dos kilómetros por día y el territorio de un grupo es de unas 60 hectáreas. Buscan frutos, hojas, insectos, bromelias, a veces pequeños vertebrados. Sobre todo, forrajean, buscando en las ramitas, en las hojas”.

Ser investigadora sola en una selva también le recordó que debe lidiar con la madreselva del machismo. La gente inventó que era una bruja que salía de noche y que tenía un pacto con el diablo. Y también los guardaparques intentaron acosarla. “Ser mujer y existir es suficiente provocación para los hombres”, me dice.

Más de una década vivió por meses enteros en carpas, con expediciones científicas, buscando monos choros de cola amarilla entre los bosques de montaña. También por mucho tiempo, para no mostrarse débil, no aceptaba que le lleven la mochila o ir a caballo. Debía ser el doble de fuerte que un hombre y “demostrar” para ser respetada.

Como hija de ingenieros geólogos, ya había experimentado desde niña lo difícil que es hacer trabajo de campo para una mujer. Su mamá, por ejemplo, no podía trabajar en minas.

Y cuando visitaba a su papá en los pozos petroleros los trabajadores dejaban de laborar porque ingresaba una mujer, señal de mal augurio. “En el campo, las cosas van cambiando”, manifiesta, aunque no a la velocidad que se esperaría. Y también la promoción de mujeres en la ciencia avanza gracias a un mayor trabajo del Concytec, comenta, muy distinto de cuando ella empezó hace poco menos de 20 años.

En los años noventa, Fanny quiso estudiar ingeniería genética porque estaba de moda. Entonces se decidió por biología para hacerse genetista. Pero en las aulas sanmarquinas descubriría la biodiversidad del país y nacería su fascinación por el mundo natural.

El parteaguas se daría en el tercer año de universidad, cuando asistió a un congreso de fauna silvestre en Iquitos, donde descubrió que en el Perú hay monos y buscó a Rolando Aquino, en cuyo honor el año pasado se bautizó a una nueva especie como mono tocón de Aquino o Cheracebus aquinoi.

Acciones de conservación

Fanny M. Cornejo es candidata a Ph. D. en la Universidad de Stony Brook (Nueva York), donde estudia Antropología. Como su mentora, la conservacionista Patricia Wright, está convencida de que más allá de los estudios de primatología, ramas como la arqueología, la lingüística y la antropología cultural le dan herramientas para trabajar con comunidades indígenas.

Al frente de la organización Yunkawasi (la casa de la selva, en quechua), la bióloga busca promover acciones de conservación focalizadas en los territorios donde vive la especie y plantear proyectos. Con las diversas poblaciones, promueven una economía que fomente el cuidado de los bosques. Por ejemplo, con el cultivo del café y el cacao ecológico.

“El café bajo sombra, de la conservación, es diferente al café que más se consume en el Perú y es producto de la deforestación. En los árboles, arriba, pueden pasar los monos, las aves migratorias. Y los productos se pueden diferenciar con el sello ‘Aliados de la conservación’”, refiere.

Afirma que el café que hoy consumimos está manchado de sangre del mono choro de cola amarilla porque los productores talan los árboles, pero Fanny recuerda que estos lo hacían por desconocimiento y ahora están interesados en cambiar y transformar su producción en sostenible y amigable con el medioambiente. Un ejemplo de ello es el trabajo que se lleva a cabo con 10 asociaciones de la Cordillera de Colán (región Amazonas). El mono choro de cola amarilla tiene esperanza.

Campaña por el mono

Aprovechando la noticia de su premio internacional, Fanny, junto con instituciones y otros aliados como Sernanp, Serfor, el Minam, Profonanpe y el Museo de Historia Natural de la UNMSM, inician esta semana una campaña de posicionamiento del mono choro de cola amarilla.

Además, en breve, se podrán apreciar ejemplares vivos rescatados en el Parque de las Leyendas o comprar la moneda conmemorativa que lanzó el Banco Central de Reserva en el 2019.

Es que el hábitat de este animalito se abrevia. “Ha perdido poco más del 80 % de su hábitat en los últimos años. La calidad disminuye, y hay partes del bosque separadas, con poblaciones aisladas. Es decir, son como zombies porque no podrán reproducirse con poblaciones de allá. Y lo único que les quedará es desaparecer, pues sus espacios son muy chiquitos para que puedan vivir”, advierte Fanny. El cambio está en nuestras manos.

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